De acuerdo a estadísticas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), Chile es uno de los países con menor asistencia al sistema preescolar, ubicándose en el puesto 28 de 34. Esta realidad se contrapone con investigaciones que afirman que la educación temprana puede hacer la diferencia en el desarrollo futuro de un niño.
En nuestro país, sólo el 44% de los niños de tres años asiste a un recinto educacional, muy por debajo del promedio internacional de 70% a nivel OCDE, ubicándose como una de las naciones con las tasas más bajas en matrícula preescolar en este rango etario.
Asimismo, la encuesta CASEN 2011 señala también que sólo un 43,1% de los pequeños asiste al ciclo de educación preescolar (0 a 5 años), y revela que las razones principales de ello es que los padres o apoderados “no lo consideran necesario porque lo(a) cuidan en casa”, y que “no les parece necesario que asista a esta edad”.
Esto, pese a que expertos en educación inicial coinciden en que la estimulación temprana de los niños puede influir de manera importante en su evolución tanto intelectual como emocional.
Sin embargo, tal como funciona el sistema preescolar en Chile, la experiencia formativa se traduce en una educación rígida y carente de sentido, para una etapa de la vida humana tan importante como es la niñez, lo que se ha denominado como “escolarización temprana”.
Según explica la directora de Escuela de la carrera de Educación Parvularia USS, María Liliana Delgadillo, “en nuestras aulas se privilegian el orden, las sillas, las mesas, los muros atiborrados de letras y números descontextualizados de su cultura y cotidianeidad, y cuadernos de distintos colores que se van completando uno tras otro cada jornada. Estas prácticas conllevan que los niños se saturen y se aburran de este tipo de actividades que realizarán a diario en el siguiente nivel”.
La académica asegura que “contar con mediciones tempranas en nuestro sistema escolar genera tensiones en los cuerpos colegiados de Educadores de Párvulos, e impacta fuertemente en la experiencia formativa de niños y niñas. Esta tensión se aleja del sentido de la Educación Parvularia, cuyos principios se han construido desde épocas pre colombinas, y su identidad se vuelve difusa”.
La directora de Escuela señala que “los profesionales se ven fuertemente presionados por una educación formal que impone rigidez y competitividad, versus una práctica pedagógica con enfoque en los derechos del niño, centrada en el proceso de aprendizaje y la integralidad”.
En este contexto, la académica afirma que “la escolarización temprana en Chile debería adecuarse a una educación más flexible en la etapa preescolar, acorde al desarrollo del niño”.
Para ello, sentencia que “la propuesta desde la política pública apunta a una propuesta de articulación entre los niveles de enseñanza de la Educación Parvularia y la Educación Básica, que permita procesos de transición más suaves y respetuosos para los niños. No obstante, parece que aún nos falta voluntad, discusión y consenso para dar respuesta a los niños de nuestro país”.
Giorgia Pagani