Médicos sin Marca (MSM) nació hace 3 años con la intención de que el lobby de la industria farmacéutica y los médicos termine, ya que según MSM los laboratorios gastan más del 30% de sus ingresos en realizar estas acciones. Un porcentaje no menor, si se considera que anualmente este sector gana más de mil millones de dólares.
Muchas veces cuando uno va al médico se encuentra con una persona vestida de traje, zapatos bien lustrados y un maletín, generalmente café, apoyado en sus faldas. Es un visitador médico. Su trabajo consiste en ir a las consultas para promocionar los medicamentos que fabrican los laboratorios y lograr que los profesionales los receten con mayor frecuencia. Es una de las estrategias de marketing que tiene la industria farmacéutica en nuestro país.
Otras medidas para influir en los médicos son los obsequios, las invitaciones a seminarios o ciclos de educación en lugares turísticos financiados completamente, y los estudios científicos con sesgos altamente marcados de financiamiento, diseño, reporte y publicación. Desde hace tres años la fundación Médicos Sin Marcas (MSM) busca detener y eliminar estas acciones.
La organización está dirigida por Juan Carlos Almonte, psiquiatra; Rodrigo Irarrázaval, internista, y Pablo Santa Cruz, psiquiatra, y su tarea puede ser titánica si se considera que en Chile existen 29 laboratorios de producción de medicamentos, 5 laboratorios farmacéuticos acondicionadores y 219 empresas o personas con registro para importar medicamentos, según datos del Departamento Agencia Nacional de Medicamentos del Instituto de Salud Pública (ISP). Estas empresas facturan más de mil millones de dólares al año y gastan cerca del 35% de su presupuesto en estas estrategias de marketing.
Además, según datos del ISP, en nuestro país hay 13 mil 185 registros de medicamentos de los cuales 9 mil 112 tienen una denominación de fantasía (marca); 4 mil 73 una nominación genérica y 624 cuentan con Equivalencia Terapéutica demostrada (423 fantasía y 201 genéricos).
Sin embargo, esas cifras no son motivo de preocupación para MSM. La institución siente que su propósito ha logrado crear un impacto en las redes sociales y en la prensa. Cuenta con más de 9 mil seguidores en Twitter y ya ha aparecido en reiteradas ocasiones en medios de comunicación, logrando levantar un debate que hasta hace un par de años era tabú. A continuación presentamos la entrevista realizada por IPSUSS a Juan Carlos Almonte sobre la situación actual del lobby de las farmacéuticas con el mundo médico.
¿A qué se debe el impacto que ustedes han tenido en este pequeño lapso?
Creo que tocamos un tema en un momento en el que se podía hablar. Si bien sentimos que bastante tabú en el mundo médico -porque no te conviene hablar de estos temas ya que muchos nos hemos beneficiado con ir a un congreso gratis, de ir a una charla internacional en un hotel súper bueno- hablar de eso es como pisarte los pies. Pero por otro lado hay un movimiento creciente a nivel mundial que tiene que ver en algunos casos con la medicina y otros no, que es el movimiento por la transparencia. Es un fenómeno global que va mucho más allá de la medicina. Por otro lado se trata de levantar los temas de conflicto de interés, discutirlos y zanjarlos. Entonces llegamos justo en un momento en el que socialmente nuestra crítica y nuestra propuesta están muy sintonizadas en lo que está pasando. Eso sí, no somos los primeros en hacer esto. Hay muchas organizaciones que están haciendo lo mismo y antes que nosotros, pero eso es un antecedente de que esto podía tener resonancia. Hay mucha gente que está investigando este tema, muchos médicos importantes preocupados por esto y nos han ayudado, por lo que el movimiento ha tenido más fuerza. De hecho actualmente somos más de 110 adherentes.
Medicamentos en Chile
Hace un tiempo salieron varios reportajes en los que se mostraba que los mismos medicamentos eran mucho más baratos en Argentina que en Chile, siendo que son de la misma industria, ¿a qué se debe esto?
Por un lado los medicamentos son caros no sólo en Chile sino que en todos lados porque es necesario para los laboratorios recuperar la inversión que hacen, sobre todo en marketing, más que en lo que gastan en investigar, un 35% de lo que gastan los laboratorios es marketing en los médicos. Eso obviamente encarece el costo de los medicamentos, pero eso es un fenómeno a nivel mundial. Por otro lado están las farmacias, que en nuestro país se concentran en tres grandes cadenas, por lo que no es difícil controlar los precios y subirlos. Eso se destapó años atrás y no sé qué tan superado está. Finalmente hay temas de regulación, de cómo se tratan las patentes, los derechos de exclusividad que también influyen.
Entonces ¿cómo podemos relacionar esto con los medicamentos bioequivalentes, que son mucho más baratos pero con el mismo compuesto activo?
Todo el marketing está destinado a ciertas marcas, que en algunos casos por ser original son más caros, pero cuando ya tienes los bioequivalentes compitiendo con el original no habría ningún motivo científico para preferir uno u otro. El único criterio es uno más bien de marca o de precio. Cuando no hay bioequivalencia uno eventualmente podría tener ciertas dudas del no equivalente, pero existiendo un contexto bioequivalente, las únicas diferencias son las estrategias de marketing y de precio de cada producto. Tú tienes un laboratorio cualquiera, el Laboratorio Chile por ejemplo, que vende cajas con una molécula con la nominación común internacional y el mismo medicamento, que hacen en el mismo laboratorio y con la misma fórmula, lo venden asociado a una marca. Por ejemplo: paracetamol y Kitadol, son producidos por el mismo laboratorio, y el que tiene marca de fantasía es adónde van dirigidos los esfuerzos de marketing y del visitador para que se prescriba el Kitadol, pero que es exactamente lo mismo que el paracetamol. Pero va a haber una diferencia de precios notable.
En base a este punto ¿cómo debería ser la relación entre la industria y el médico?
Pensamos que a nivel del médico clínico, que somos la mayoría que estamos con el paciente y no nos dedicamos a la investigación, no deberíamos estar relacionados con la industria. La información sobre moléculas y tratamientos nuevos tenemos otros métodos para poder buscarlas, hay otras fuentes independientes que no se financian con la industria y a ésas debemos apuntar para informarnos y tomar decisiones en la clínica. No necesitamos relacionarnos con ella. A nivel de investigación, como gran parte la hace la industria, es necesario que los médicos participen de eso, pero con un contexto mucho más regulado, en cuanto a los precios que se pagan, quiénes investigan, quién es dueño de la información, cuál se publica y cuál no, quién escribe los papers. Ahí los médicos deberían tener mucho más poder del que ahora tienen, y eso podría estar regulado a través de los mecanismos legales de cada país.
¿El Estado debería crear un marco regulatorio mucho más estricto?
Absolutamente, y nosotros proponemos que los estados deberían ser parte de la investigaciones con mayor frecuencia. Los estados y las universidades financian una gran parte de las indagaciones biomédicas básicas, las que no llegan al fármaco, por lo que proponemos que se hagan parte con mayor frecuencia de este proceso.
¿Plantean una Ley de Transparencia?
Es una buena idea que se ha hecho en algunos países: Estados Unidos, Holanda, Francia, Japón y en Colombia se está tratando de hacer una. El caso más fácil de rastrear es el Sunshine Act, Ley de Transparencia sobre pagos médicos estadounidense aprobada en 2010 que busca aclarar las relaciones financieras entre los proveedores de salud y la industria farmacéutica. Esta ley obliga a los laboratorios a publicar en internet todos los dineros que les han pasado a los médicos y por qué motivo, ya sea publicidad, invitación a un congreso, honorarios por haber hecho una conferencia. Esta información tiene que estar explicitada con nombre y apellido de quien recibe el dinero. Esta ley ha empoderado a la comunidad, porque el paciente investiga a su médico, y ve si ha recibido o no dinero y en qué cantidad, lo que le ayuda a tomar decisiones de con quién atenderse. Esto ha cambiado la conducta de los médicos, de ser mucho más cautelosos o estrictos sobre los pagos o incentivos que reciben, porque al final termina repercutiendo en la cantidad de pacientes que puedan recibir. No es el método ideal porque no es que se genere un cuestionamiento ético y cambie su manera de actuar en base a eso, más bien actúa por el miedo de perder sus pacientes, pero es una medida interesante que en Chile se podría replicar perfectamente.
Pero ¿actualmente hay una ley que regule esta relación?
En el Código Sanitario, en el artículo 100 y 101, hacen mención a algunos puntos que pretenden normar en algún sentido esta relación. No prohíben la visita médica, pero sí restringe que toda la relación que exista entre el laboratorio y el profesional de salud no pretenda influenciar el método de prescribir. Es un marco regulatorio muy básico pero que no va al fondo como nuestra propuesta lo plantea. Está muy complaciente y es muy funcional para los médicos y sociedades que se financian por los laboratorios, para la forma en que se hace la educación médica continua para los laboratorios. Creemos que es posible cambiar la manera en que los médicos se educan.
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