La recién promulgada Ley Dominga, visibiliza el dolor de perder un hijo en nuestra sociedad y constituye un avance en el reconocimiento de la salud mental. Dos académicas USS analizan esta situación.
Recientemente se promulgó la Ley Dominga que establece un estándar especial en relación con el manejo clínico y acompañamiento a madres y padres que hayan sufrido una muerte gestacional o perinatal de un hijo o hija.
Su objetivo es que las instituciones de salud cuenten con protocolos de manejo clínico y acompañamiento psico-emocional para la contención de los padres y la familia.
La iniciativa también contempla un aumento del permiso laboral pagado: de 7 a 10 días por un hijo nacido vivo y de 3 a 7 días en etapa de gestación.
María Vinka Moyano, académica de Trabajo Social de la USS e integrante del equipo interdisciplinario del Instituto de Estudios para la Familia señala que la normativa “implica que el Estado se hace responsable de acompañar a las mamás, papás y familias que, por diversos motivos, han sufrido la pérdida de un hijo en gestación o en sus primeros días de vida. Para ello, es fundamental el acompañamiento psicosocial, con cosas tan concretas como humanizar el parto y el apoyo a la mamá gestante cuyo pronóstico indica la muerte prematura de su hijo”.
La docente plantea también que es una oportunidad para trabajar en nuestros valores culturales respecto a la vida y al proceso de la muerte.
“El tema de la muerte, desde nuestra cultura, suele ser invisibilizado, no nos gusta hablar de ello. Las iglesias pueden ser un gran aporte, mostrándonos la importancia de la trascendencia, el sentido de la vida y la muerte. Así también los centros de formación pueden aportar, por ejemplo, con sus cursos de ética profesional. Son tantos profesionales que participan del proceso de acompañamiento: el médico, la matrona, la enfermera, trabajadores sociales, psicólogos”, explica la académica.
“Por otro lado, existen programas estatales como el Chile Crece Contigo, que cuentan con equipos psicosociales, que trabajan con las familias apoyando en crianza. Tal vez sería oportuno que también pudiesen hablar de la pérdida y el duelo, como una experiencia más en el proceso del ciclo familiar”, concluye.
El dolor
Paula Dagnino, académica de la Facultad de Psicología de la USS e investigadora asociada de MIDAP, dice que esta experiencia es “uno de los dolores más grandes para una familia. Las expectativas de ser padres mueren también y todos los sueños de conocer al bebé, tomarlo en brazos o alimentarlo se desvanecen. Surgen sentimientos de culpa. La soledad, dolor y rabia estarán presentes como parte del proceso de duelo”.
La académica señala que los apoyos de la familia y de equipos multidisciplinarios son claves. “Se pueden hacer cosas especiales para recordar al bebé, incluso cuando no se le pudo conocer. Por ejemplo, guardar en una caja especial, las ecografías, ropa, la pulsera del hospital. Todo lo que le haga sentido a la familia. Puede también haber un ritual de despedida como prender una vela o plantar un árbol”.
A su juicio, esta ley “viene justamente a reconocer y validar el dolor que la sociedad muchas veces ha ocultado y es un avance en el reconocimiento de la salud mental en nuestro país”.