Psicóloga Fernanda Orrego, sostiene que la polémica fiesta en Maipú es un síntoma más de una sociedad donde sus individuos han olvidado el valor del esfuerzo colectivo en pos del cumplimiento de un objetivo común.
Polémica causó la convocatoria y realización de una fiesta a la que llegaron 400 personas en la comuna de Maipú, en plena crisis sanitaria y bajo estrictas medidas de seguridad decretadas por el Ministerio de Salud, específicamente un toque de queda en el horario en que se llevó a cabo el evento.
Y si bien cada persona puede tener motivaciones personales, “a la luz del contexto de la pandemia nos preguntamos por qué es posible que suceda este evento”, señala la psicóloga Fernanda Orrego, directora Nacional de Empleabilidad de la Universidad San Sebastián.
Para la experta, el primer aspecto que llama la atención “es la baja preocupación por el cumplimiento de las normas y la ley. Las leyes y normas existen como mecanismos de regulación social de modo de ordenar la libertad personal, resguardando al individuo y al otro. Al incumplir la ley, cada uno de los participantes consideró que el bien común que el toque de queda intenta resguardar, era menos relevante que la libertad individual. Además, nos encontramos con un grupo motivado por una búsqueda de placer, entendiendo que, por lo general, una fiesta es sinónimo de diversión, encuentro social y relajo”.
La académica reflexiona que “podemos imaginar que buscaban estos placeres en la fiesta, de los cuales la mayoría ha tenido que privarse en este tiempo y que para algunos puede ser en extremo difícil, especialmente para quienes disfrutan de emociones y estímulos más intensos”.
“Esta pandemia nos ha desafiado a estar más tiempo con quienes vivimos y menos con nuestra familia extensa o amigos; nos ha privado del efecto placentero de la vida social sobre nuestras preocupaciones, miedos y cansancios; y nos ha obligado a buscar refugio en nuestro mundo interior. Sin poder justificar a este grupo de personas, puedo imaginar que para muchos fue un escape de una realidad compleja y que a ratos es extremadamente difícil de vivir“, apunta Orrego.
Sin embargo, para la profesional lo anterior no exculpa del daño y riesgo al que someten a muchos. “Por edad, probablemente los asistentes tendrán muy pocos efectos en caso de contraer el virus, con lo cual es posible que hayan evaluado que el costo de postergar el placer de una noche de fiesta era menor que el riesgo al cual se sometían. Sin embargo, varios de los participantes podrían estar equivocados y desconocer si poseen algún factor de riesgo que no hayan detectado previamente y esta ilusión de estar a salvo se pueda quebrar“.
“Lamentablemente estamos en un momento donde la experiencia de lo colectivo y el bien común ha sucumbido a un mundo individualista donde es más relevante poder satisfacer las propias necesidades por sobre el desafío que implica postergar el propio deseo y dar paso a lo colectivo”, reflexiona.
“El colectivo pasó a ser un abstracto que no logra contenernos, ya que no es fácil entender por quién me estoy cuidando si no conozco a mis vecinos o no tengo mayores vínculos que un saludo esporádico por vivir en un mismo piso. Esta fiesta es un síntoma más de una sociedad donde sus individuos han olvidado el valor del esfuerzo colectivo en pos del cumplimiento de un objetivo común que para lograrlo requiere del esfuerzo de todos y cada uno”, lamenta Fernanda Orrego.