La realidad de los pacientes con cáncer, la investigación de esta enfermedad de origen celular, específicamente de células epiteliales de esta glándula, y su tratamiento desde el mundo clínico, fue lo que se abordó en el conversatorio “Cáncer de mama en primera persona: investigarlo, vivirlo y tratarlo”, organizado por el Centro de Biología Celular y Biomedicina de USS (CEBICEM) junto a la Fundación Arturo López Pérez (FALP).
En la actividad María José Rubio, relató el impacto que le produjo saber a sus 41 años que tenía un cáncer de mama altamente agresivo. “Ser mujer joven, tener antecedentes familiares de cáncer, y recibir un diagnóstico de cáncer de mama triple negativo (TNBC), uno de los tipos más agresivos. Esto alertó al equipo médico tratante, quienes decidieron realizar pruebas genéticas y descubrieron que era portadora de una mutación en el gen BRCA1, asociada al cáncer de mama hereditario de tipo TNBC. Además, identificaron la presencia de genes de susceptibilidad de riesgo incierto, es decir, variaciones genéticas que podrían contribuir al riesgo de cáncer, aunque su papel no está completamente claro. Dado que el tumor era muy agresivo pero estaba encapsulado, se optó por iniciar con quimioterapia en lugar de removerlo quirúrgicamente, ya que existía el riesgo de que las células cancerígenas se diseminaran por el cuerpo”
“Las cifras hablan por sí solas: una de cada ocho mujeres desarrollará cáncer de mama. Dentro de los distintos tipos, el cáncer TNBC representa aproximadamente el 10% de todos los casos de cáncer de mama. Este es el tipo más agresivo y, por lo mismo, el más difícil de tratar, presentándose tanto de forma esporádica como hereditaria. Es evidente que aún se requiere mucha investigación para identificar nuevos blancos terapéuticos que amplíen las alternativas de tratamiento. Otro 20% de los casos se relaciona con cánceres enriquecidos en HER2, una proteína presente en la membrana plasmática de las células tumorales que promueve la agresividad del tumor. En el 70% restante, los cánceres de mama son hormonosensibles,” explica Isabel Saffie, miembro del equipo de cirugía oncológica y reconstructiva de la FALP. Saffie ahonda en la importancia de pesquisar el tipo específico de cáncer de mama en las pacientes para que las terapias puedan ser las adecuadas. “Hace 20 años todos los cánceres de mama eran tratados de igual manera, hoy es impensado que una paciente entre a pabellón sin que sepamos el tipo específico de cáncer de mama”, agregó.
Y esto es clave para determinar los tratamientos a seguir, generalmente basados siempre en las quimioterapias, como lo que le ocurrió a María José, luego de eso en ocasiones hay que avanzar a masectomías (extirpación de la mama parcial o completa), acordaron en la exposición.
Esas cirugías ya no son lacerantes, explica Martín Rivas, el primer mastólogo de la USS “las técnicas reconstructivas que manejamos son nuevas y la idea es seguir avanzando a microcirugías y cirugías robóticas”.
Factores de riesgo
“La obesidad en sí misma es un factor de riesgo que predispone al desarrollo de varias patologías, entre ellas, el cáncer y su agresividad”, explica Dra. Patricia Burgos, directora del CEBICEM y quien moderó el conversatorio.
“La obesidad y el tejido adiposo promueve una inflamación de bajo grado a nivel celular, activando genes característicos de un entorno inflamatorio que favorece la progresión acelerada del cáncer de mama genético y esporádico, convirtiéndose así en un factor de riesgo muy relevante,” sostiene la Dra. Burgos.
Por eso, cuidar la alimentación, evitar el alcohol y el tabaco es fundamental, explica el Doctor Badir Chahuán, director del Programa de Mastología de la Universidad San Sebastián. “Encontramos el origen genético en la menor porción de los cánceres de mama, la gran mayoría se asocia a los factores de riesgos externos y aquellos predisponentes como las menarquias antes de los 12 años”, comentó.
En definitiva, es una enfermedad cuya esperanza de vida depende en gran medida de la pesquisa precoz, y por eso, María José Rubio reitera que “hay que conocer su cuerpo, palparse una vez al mes y realizarse los exámenes preventivos como la ecografía mamaria y la mamografía una vez al año. Cada uno debe hacerse responsable porque nadie está ajeno a desarrollar cáncer de mama”. Hoy ella está recuperada y no hay rastro la de enfermedad que tanto dolor le causó.
Como conclusiones generales del conversatorio, se destacó la importancia de poner un especial énfasis en aquellos factores de riesgo que pueden modificarse fácilmente. Además, la recomendación es que las mamografías comiencen a los 40 años y se realicen anualmente, aunque en casos de mayor riesgo podrían realizarse antes. Además, “es fundamental estar informado sobre los factores que aumentan el riesgo de cáncer de mama, entre ellos, la obesidad, la resistencia a la insulina, el envejecimiento, el sedentarismo y el consumo excesivo de alcohol. Con pequeños cambios en el estilo de vida, podemos reducir significativamente este riesgo y avanzar hacia una mejor prevención y detección temprana”, concluyó la organizadora del evento, Patricia Burgos.