Ver balas y sangre se está haciendo dolorosamente frecuente. Quedó atrás ese tiempo en que se acusaba de sensacionalismo a los noticieros y matinales ensañados con los detalles de alguna noticia roja. Uno podía escaparse un poco apagando la tele. Hoy los hechos son muchos y reales, en el mundo, en Chile, en las calles, a la vuelta de la esquina. Balas y sangre. Mueren niños, sangran candidatos, mueren vecinos de barrio, de época. Muere, quizás, la humanidad. Duele ¿no? Debería. O tal vez duele que no duela tanto. Que las causas de uno y otro lado estén por sobre la sangre derramada. Todas las muertes se unen en un gran homicidio, el del alma humana. Más de alguien pensará que siempre ha sido así, de serlo ¿no es esa la Gran Tragedia?
Gabriela Mistral en 1950 escribió “La palabra maldita” refiriéndose a la dificultad de alcanzar la paz porque la humanidad es una “gran amnésica” y olvida a sus muertos que cubren hectáreas de desgracia: “Los cristianos de todas las ramas tienen que acordarse pronto, como los desvariados, de que la palabra más insistente en los Evangelios es ella precisamente, este vocablo tachado en los periódicos, este vocablo metido en un rincón, este monosílabo que nos está vedado como si fuera una palabrota obscena”. Un Recado que atraviesa décadas para recordarnos que sigue vigente el desafío de salir de este laberinto de violencia, cambiar las balas por ternura para resolver nuestros problemas. ¿Se pueden terminar las guerras con ternura? Gabriela creía que sí si la enseñamos a todos en la escuela.
Hay voces que promueven el camino de la hospitalidad humana como necesario para la conservación de la especie: Eric Fromm en “Tener o Ser”, Byung Chul Han en “La sociedad del cansancio” y la filósofa italiana Isabella Guanzini en su libro “La Ternura” nos invita a unirnos a esta revolución, entre tantos otros. Hemos sido malos para escuchar o amnésicos: después de ruidosas cumbres por la paz viene el olvido y nuevamente “por las calles la sangre de los niños corría simplemente, como sangre de niños” como decía Neruda. ¿Cuál será el costo de no escuchar este llamado? Hace poco el intelectual español José María Lassalle conversaba con nosotros en la presentación de País Humanista, su mensaje era claro: tenemos un nuevo actor en este drama de eterno retorno a la violencia: la inteligencia artificial. No estamos dimensionando el impacto que tendrá en nuestra civilización. Como afirma Lassalle, estamos frente al algo que quiere ser alguien, pero sin las limitaciones del ser humano. La literatura y la ciencia ficción nos han entregados escenarios de lo que está a punto de pasar si no hacemos algo. Distopías que parecen acercarse donde la IA decide tomar el mando para protegernos de nosotros mismos.
Es urgente hablar más de paz para parar las balas y la sangre, para que dejen de correr. Nombrarla, vocearla día a día como nos invita el recado mistraliano “Tengan ustedes coraje, amigos míos. El pacifismo no es la jalea dulzona que algunos creen; el coraje lo pone en nosotros una convicción impetuosa que no puede quedársenos estática. Digámosla cada día en donde estemos, por donde vayamos, hasta que tome cuerpo y cree una “militancia de paz” la cual llene el aire denso y sucio y vaya purificándolo.”
Víctor Berríos
Coordinador País Humanista
Universidad San Sebastián