En las zonas rurales, el 88% de las personas se declara satisfecho con su estilo de vida, reflejando un alto grado de conformidad con su entorno. En contraste, en las zonas urbanas, solo un tercio de los habitantes se siente satisfecho con la vida en la ciudad, mientras que el 52% considera que las ciudades son un lugar adecuado para las futuras generaciones.
Estos son parte de los hallazgos de la última encuesta “Chile nos Habla” sobre calidad de vida elaborada por el Centro de Políticas Públicas de la Facultad de Economía y Gobierno y el Observatorio de Ruralidad de la Facultad de Ciencias de la Naturaleza de la Universidad San Sebastián, junto a Studio Público.
Para María Emilia Undurraga, decana de la Facultad de Ciencias de la Naturaleza, “conocer la percepción que tiene la población acerca de lo que es vivir en los distintos tipos de territorio es fundamental para aportar a discusiones actuales, ya que tienen un carácter más cualitativo y nos ayuda a contrastar la data que existe sobre las distintas dimensiones del bienestar. En un mundo de cambios acelerados, como es el caso demográfico, saber que una gran parte de la población se ve en el futuro viviendo en una zona rural, es un llamado a la acción para ver cómo mejoramos las condiciones de vida de esos territorios a la vez que lo armonizamos con la conservación para que este anhelo sea sostenible. Siendo el 83% del territorio nacional, es también un tema estratégico”.
¿Qué lleva a que tres de cada cuatro personas quieran vivir en sectores rurales a futuro? Según explica José Luis Romero, académico y director del Observatorio de Ruralidad de la Universidad San Sebastián, “es una tendencia mundial que en países con mayores niveles de desarrollo las personas tengan hoy una percepción diferente a lo que se pensaba antes sobre lo rural, asociado tradicionalmente a conceptos como retraso o agricultura. La relación más estrecha de las personas hoy con la naturaleza lleva a valorar estos lugares como espacios de tranquilidad y salud mental, tal como lo refleja la encuesta, en contraste con el estrés que representan las ciudades”.
Pese a lo anterior, al preguntar por la evaluación de distintos ámbitos del bienestar, solo dos reciben una mayor calificación en zonas rurales: medio ambiente y seguridad pública. En contraste, las ciudades reciben mejor calificación en temas como empleo, comercio, internet, transporte, salud y educación. Al respecto, Romero asegura que “esto nos hace preguntarnos acerca de las condiciones en que estamos dispuestos a cambiar la vida la ciudad, con todos sus pros y contras, a vivir en la ruralidad. ¿Estaremos dispuestos a tener un ritmo de vida y acceso a ciertos servicios que no respondan a las lógicas urbanas donde todo está a la mano y hay muchas alternativas? Superados aspectos básicos como acceso al agua, educación, salud y trabajo, sobre el resto, vale la pena preguntárselo. A revés también es una pregunta sobre el habitar urbano y la salud mental”.
La encuesta Chile nos Habla revela también que los aspectos más valorados de vivir en zonas alejadas de las ciudades son la tranquilidad y salud mental, el contacto con la naturaleza y el tener más espacio y privacidad, mientras que para el caso de las ciudades son las oportunidades laborales, el acceso a salud y educación y el transporte y la conectividad vial.
A propósito del Proyecto de Ley de “Protección del Territorio y la Vida Rural” presentado por iniciativa del Gobierno entre el Ministerio de Vivienda y Urbanismo y el Ministerio de Agricultura en julio de este año y que sigue en discusión en el Congreso, 1 de cada 3 encuestados dice conocer la legislación actual y la nueva normativa propuesta. Dicho proyecto es producto de una larga discusión que se ha dado en distintas administraciones sobre la fuerte presión inmobiliaria que han sufrido zonas rurales con suelos silvoagropecuarios o áreas de conservación. Según el ejecutivo, a la fecha se contabilizan cerca de 350.000 parcelas lo que en términos de superficie equivale a la misma cantidad de hectáreas construidas en zonas urbanas a nivel nacional. El proyecto de Ley busca distinguir más claramente las iniciativas productivas de aquellas que tienen fines habitacionales creando un nuevo mecanismo para estas últimas.
Sobre dicho proyecto, el director del Observatorio de Ruralidad USS asegura que “si bien es cierto que sin planificación y reglas claras no lograremos lograr un desarrollo armónico en lo rural, tampoco lo haremos con una regulación asentada en paradigmas urbanos de lo rural, donde se muestra a la naturaleza como un paisaje prístino desconociendo los diversos soportes sociales y económicos que ella provee para favorecer no solo la vida humana sino también la conservación”.
Para conversar sobre esto, la USS reunió en un seminario el pasado 12 de diciembre a la presidenta del Consejo Nacional de Desarrollo Territorial, Paola Jirón; y al presidente de la Sociedad Chilena de Ciencias Geográficas, Cristián Henríquez; quienes dialogaron desde las distintas perspectivas. “Lo importante es definir el propósito común en esta materia que creo es el habitar sustentable, lo que involucra equilibrar las aristas socioeconómicas y ambientales del territorio”, cierra Romero.
Según la Política Nacional de Desarrollo Rural en Chile (2020) el 25% de la población nacional viven en zonas rurales habitando el 83% del territorio. De acuerdo a la última encuesta CASEN (2022), si bien la pobreza rural por ingreso bajó del 50% a 10% en los últimos 10 años, esta se ha mantenido por sobre la pobreza urbana. En el caso de la pobreza multidimensional, esta es 16% en lo urbano y un 28% en lo rural, destacando carencias en materia de educación, servicios básicos y empleo.
A nivel global, según estimaciones de la OCDE, las cifras son similares a las chilenas en términos de habitantes rurales y territorios, 30% y 80% respectivamente. Lo mismo pasa con Latinoamérica donde diversas estimaciones sitúan la ruralidad entre el 18% y 25% habitando el Desarrollo de Chile.
En las dos últimas décadas, aunque se han reducido las diferencias de ingresos entre los países de la OCDE, las brechas territoriales siguen siendo significativas. Las grandes metrópolis se siguen distanciando de lo rural, muchas de las cuales se enfrentan a una población cada vez más pequeña y envejecida, con infraestructura y servicios públicos de menor calidad. Estas inequidades hacen decaer la productividad, creando círculos viciosos de estancamiento y declive, ya que no son capaces de atraer y retener a las personas, los talentos y la inversión necesarias para despegar. Los resultados de la prueba PISA 2022 muestran estas diferencias al respecto, mostrando significativas brechas entre estudiantes rurales y urbanos. Otra de las diferencias detectadas por la OCDE es la digital, donde las zonas rurales tienen menor velocidad de internet, impactando directamente sobre el uso de nuevas tecnologías, el teletrabajo y telemedicina que podrían ayudar a compensar la falta de conectividad física al trabajo y los servicios.