Más de 30 años lleva María José Navasal investigando sobre la historia de la Iglesia Católica. Ha hecho su camino como paleógrafo, leyendo documentos, textos antiguos; determinando el lugar del que proceden y en qué período histórico fueron escritos. A los 42 años decidió estudiar Pedagogía en Historia, luego un Magíster en Historia del Arte. Actualmente es candidata a doctora en Historia por la Universidad San Sebastián y ejerce como académica de Pedagogía Media en Historia y Geografía en la misma Casa de Estudios.
Nieta de los reconocidos periodistas José María Navasal y Marina Kunstmann de Navasal, María José ha tenido toda su vida una fina afición y apreciación por el arte. Pero fue en los últimos años, sumida en el encierro de la pandemia, cuando descubrió que la pintura era una puerta hacia un nuevo plano en su vida. A los dos años de iniciada la pandemia había pintado y vendido más de 15 cuadros a través de su cuenta de Instagram.
-¿Cómo surgió tu interés por la pintura?
Siempre he tenido habilidades para las cosas manuales. Pero la pintura me gustó desde chica. Mi abuela pintaba maravilloso, aunque nunca hizo una exposición, lo hacía para ella. Vivía en una casa grande antigua, donde tenía un taller gigante para pintar sus óleos. Era como un santuario que estaba antes de la cocina. Y ahí yo me pasaba horas dibujando, imitando cómo pintaba mi abuela, jugando con mi hermano, rayando cartulinas con tiza.
Ya de más grande, me daba por épocas. Fue en la pandemia, con el encierro, que se me dio la oportunidad para dedicarme a esto: Minuto que tenía, minuto que pintaba. Me pasaba tardes enteras en mis pinturas, acompañada por mis cuatro perros. A veces mi marido llegaba a ofrecerme la cena. Podía pasar de las 3 a las 10pm y yo estaba totalmente inmersa en mis acrílicos.
-¿Pensaste que podías llegar a vender tus cuadros?
Nunca lo pensé como un negocio, porque me relaja pintar, me abstrae y yo desaparezco del mundo. Yo solo subía las fotos de mis cuadros porque quería compartirlos con todo el mundo. A veces terminaba de pintar a las 9pm, las subía y no pasaba ni media hora cuando me escribían “te lo compro”. Al principio fue difícil, por que ni siquiera sabía cuánto cobrar.
-¿Qué significa para ti pintar? ¿Qué piensas en ese momento?
Para mí es una válvula de escape. Retrotraerme a lo que estoy pintando, imaginarme cosas, crear nuevos mundos. Me voy a un lugar donde no tengo restricciones. Porque en el fondo, cuando voy pintando, voy imaginando cómo debe haber sido ese lugar, o la vida en otra época. Pintar me lleva a instancias que me sacan de las preocupaciones habituales del día a día. No es que me vaya blanco necesariamente. Pero entro a un plano distinto de mi realidad física y eso me gusta mucho, porque me lleva a estar bien después; a decir “estoy relajada”, “puedo dormir bien” o al contrario, a tener energía para sentarme a trabajar.
-¿Qué te hace feliz?
Las cosas simples de la vida: Crear, pintar, hacer mis investigaciones, publicar mis libros, eso me hace feliz. Y ver a mi gente feliz. Yo tengo la suerte de vivir fuera Santiago, en Machalí y detrás de mi casa hay un potrero. Veo la cordillera, siento los pájaros, tengo un jardín con mis plantas que amo. Recostarme en la hamaca o en la terraza con mis perros, escuchando los queltehues me hace feliz. Tengo un terreno en Chiloé donde algún día quiero construir algo, irme cuando jubile y mantener esa conexión con la naturaleza. Con eso me doy por pagada.
-¿En qué punto convergen tu labor académica y tu pasión por la pintura?
Hace unos años trabajé en un colegio donde pude hacer un diplomado en neurociencia, y aplicar todas estas nuevas técnicas en la educación. Fomentar las actividades lúdicas y que los estudiantes estén cómodos, permite que aprendan más rápido. Parte de los trabajos que desarrollo con mis estudiantes es hacerlos aplicar la creatividad con los contenidos de las materias. Hemos hecho juegos de salón, cartas, tableros. También uso mucho el arte en la geografía, en los mapas, en crear relieves con arcilla. Que puedan modelar con la mano puntas de flecha, por ejemplo. Para mi es importante entregarles destrezas que no están acostumbrados a utilizar, porque creen que todo está resuelto por la computación y la tecnología.
-¿Qué significa la influencia de tus abuelos en tu historia?
Yo los amaba, los adoraba y siempre fueron un ejemplo para mí. Me siento orgullosa y sé además cuál es mi responsabilidad por mantener ese legado.
Mi abuela era comentarista de arte, de teatro, de cine. Yo con ella pasaba mucho tiempo; ella siempre tenía entrada libres para asistir a los teatros, me invitaba a ver obras y yo partía a su lado. Siempre tuve mucha vinculación con ella. Cuando estaba en “Almorzando en el 13”, me sentaba bajo la mesa a comer canapés, mientras arriba ellos hacían el programa; con mi hermano siempre estábamos en el canal, todo el mundo nos conocía y lo pasábamos muy bien corriendo por los estudios.
Pero mi abuelo, José María Navasal, me enseñó cosas que fueron súper importantes para la vida. Una fue el valor de la justicia. Comunicar y decir lo que me parecía injusto y encontrar solución a ese acto de injusticia.
A no tener prejuicios contra otras personas. Mi abuelo me enseñó la puntualidad. Y dentro de las cosas valiosas, que nunca me quedara con una duda. Siempre incentivaba el investigar, preguntar; el cuidado y el valor de los libros. Y la importancia de dejar una huella con alguno de mis aportes a los estudios, algo que sirva otros. Porque esa es la huella que queda al final.