Dediquemos tiempo de calidad a la familia, amigos y a nosotros mismos. No sintamos pudor por el tiempo dedicado al ocio reflexivo, a la meditación y al crecimiento espiritual.
Dicen que el tiempo es la velocidad de la vida y, al parecer, en los tiempos que corren la vida ha puesto el acelerador. Considerando el confinamiento, la mayoría habría pensado que el reloj avanzaría más lento, dados los ahorros en desplazamientos y otras acciones que consumen la cotidianidad, sin embargo, el veredicto es casi unánime: el día pasa volando. Y es que, más allá de la agenda, el quehacer es infinito y el vértigo del día a día nos consume.
El comentario habitual es que no nos damos cuenta cómo pasa la semana, además de que terminamos exhaustos la jornada. Ahora bien, ¿qué podemos hacer para administrar este recurso tan escaso? Los hombres han inventado medios de transporte cada vez más veloces, equipos más rápidos, mejor conectividad y tecnología que facilita los quehaceres domésticos. La ilusión es que nos permitirán ahorrar tiempo, no obstante, eso no sucede porque el trabajo es infinito y nuestro apetito por el hacer es insaciable.
Entonces, en este contexto, las soluciones son la administración y gestión del tiempo. Tendemos a dilatar aquello que nos desagrada y ocuparnos en cualquier otro asunto para auto engañarnos con distracciones triviales. Cuando la labor es grande, nos ocultamos en la excusa de no saber por dónde empezar y volvemos a la conocida procrastinación. Es necesario evitar los ladrones de tiempo. El mundo de hoy está lleno de ellos: correos, llamadas al celular, Twitter, Instagram, noticias en la red y tantos otros que distraen la atención.
Si queremos descansar, descansemos de verdad; si deseamos conversar, hagámoslo con dedicación; entrenemos sin distracción y estudiemos con el respeto que el conocimiento se merece.
Así, al recibir el próximo mensaje de WhatsApp de su grupo de amigos del colegio, no lo revise inmediatamente si está en otra tarea. Esos micro distractores lo harán perder el foco y tendrá un desgaste de tiempo y esfuerzo al retomar la ruta anterior. En relación con este tema, podemos recordar un hecho que fue objeto de estudio. En 2004, a pesar de que ocurrieron acontecimientos tan relevantes como el atentado en España y la muerte de Arafat, lo más buscado en la web fue el accidente en escena de Janet Jackson con Justin Timberlake en la final del Fútbol Americano. El interés de los surgió por la cantidad de tiempo que millones de personas en el mundo destinaron a ese incidente.
Como puede ver, la búsqueda de distractores es y será una constante. Por ello, es un desafío no desperdiciar nuestro valioso recurso. Sin ser fanático de la agenda, es ineludible trabajar el tiempo de calidad, tanto en lo productivo como en el ocio. Si queremos descansar, descansemos de verdad; si deseamos conversar, hagámoslo con dedicación; entrenemos sin distracción y estudiemos con el respeto que el conocimiento se merece.
Dediquemos tiempo de calidad a la familia y amigos y, en especial, a nosotros mismos. No sintamos pudor por el tiempo dedicado al ocio reflexivo, a la meditación y al crecimiento espiritual, que, junto al ejercicio y a la autoinstrucción, nos permitirá pasar a otro nivel en la tan preciada productividad.
Aprendamos a decir no a aquello que nos sobrepasa, a pedir ayuda, a y a vivir el día sin desperdicios. Aprendamos de la sabiduría de la tortuga: sin prisa, pero sin pausa. Y, como dijo Benjamín Franklin, si amamos la vida, entonces no derrochemos el tiempo dado que es la materia de la cual está hecha.
Francisco Flores Soto
Vicerrector sede Concepción
Universidad San Sebastián
Vea la columna en diario El Sur