Los padres no deben intervenir para pausar o coartar sensaciones, sino más bien deben ser el apoyo en este camino lleno de aprendizaje.
¿Cómo actuar frente a las experiencias amorosas de los hijos? Antes de llegar al núcleo de la pregunta, debemos tener claridad de que las emociones son reacciones espontáneas que emergen en los seres humanos y que tienen tres grandes dimensiones: se captan a través de los sentidos, tienen un nombre propio y siempre habrá una conducta como efecto. En la etapa adolescente estas emociones fluctúan constantemente y suelen interferir en los comportamientos posteriores e incluso en las decisiones que se toman.
Los jóvenes comienzan sus experiencias amorosas generalmente por sensaciones que emergen de forma explosiva, ya sea por atracción física o por atracción cognitiva. Sean como sean el impulso y el anhelo de querer estar con esa persona escogida entre cientos, no hay quien pueda interferir para que el joven deje de experimentar la cantidad de reacciones que se manifiestan.
Considerar la experiencia es válido en temas amorosos, pues nadie tiene la receta mágica para que una relación perdure.
Los padres no deben intervenir para pausar o coartar sensaciones, sino más bien deben ser el apoyo en este camino lleno de aprendizaje. Conocer a otro o enamorarse, no solo guarda relación con lo que se siente, sino que hay muchas otras variables que son parte del autoconocimiento de cada uno. Considerar la experiencia es válido en temas amorosos, pues nadie tiene la receta mágica para que una relación perdure.
En ese contexto, es aconsejable que los padres no solo se preocupen de fomentar una buena autoestima, sino también de aconsejar en todas aquellas situaciones complejas que pueden aparecer en una relación de pareja. No es que deban anticiparse a los peores escenarios, sino más bien conversar del abanico de posibilidades para que así las caídas no sean desconocidas. A veces puede ser difícil situarse en este contexto y es preferible, pues hay que tener claro que también hay límites en la privacidad del otro aunque sea un hijo menor de edad.
No es los padres que deban anticiparse a los peores escenarios, sino más bien conversar con sus hijos del abanico de posibilidades para que así las caídas no sean desconocidas.
Todo lo que tenga relación con vínculos de pareja es delicado de juzgar desde afuera, por ello, los padres deben acompañar, deben dialogar, deben cuidar y anticiparse a algunos hechos que algunas veces no quieren ser revelados por tabúes o miedos. Pero además de la protección que involucra el rol de los padres en las relaciones amorosas de sus hijos, está la preocupación por las desilusiones a temprana edad. Si bien, ninguna madre o padre quiere ver sufrir a su hijo, a veces las frustraciones tienen tremendas recompensas y aprendizajes. Por tanto, que los hijos hagan catarsis o sepan canalizar emociones son herramientas que ayudan en estos momentos. No se trata de evitar el sufrimiento, sino permitir aprender y reflexionar sobre él.
Otra buena forma de apoyar es darse el tiempo de conocer a las personas y no enjuiciar sin tener todos los elementos.
Javiera Hernández Fernández
Psicóloga y coordinadora de Formación Integral
Universidad San Sebastián
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