No dejarse dominar por la situación ante una dificultad. Ese pensamiento fue clave cuando a los 17 años la vida de Sebastián Hurtado dio un giro rotundo. Tras un accidente, tuvo que aprender a enfrentar la vida en una silla de ruedas, pero esto no lo derrumbó. Se propuso lograr la mayor autonomía posible y fue por más.
Siempre fue aficionado a la actividad física y como paciente de Teletón conoció diferentes deportes adaptados, entre ellos tenis, atletismo y básquetbol. Este último se convirtió en una de sus grandes pasiones y hoy es alero del Club Deportivo Alpos, con quienes se prepara para alzar la Copa 2023 del Campeonato Nacional de Básquetbol en Silla de Ruedas.
“Tuve el accidente en 1999 y en esa época las ciudades eran muy distintas. Andar solo en silla de ruedas era complicado, porque no había accesibilidad casi en ninguna parte. Incluso la manera en que las personas te miraban era diferente. Si quería funcionar dentro del mundo tenía que caminar de nuevo. Favorablemente no tengo una discapacidad tan limitante, por lo que con mucho esfuerzo y dedicación logré caminar con muletas. Gran parte de mi vida me moví así, pero gracias al cambio gradual producido en este tiempo la vida para las personas en silla de ruedas se ha hecho más llevadera y hoy la ocupo mayoritariamente para mis desplazamientos”.
-Siempre te gustó el deporte, ¿fue una vía de escape para afrontar esta etapa?
“Creo que cuando uno se enfrenta a una dificultad como la que viví, no debemos dejarnos dominar por la situación. Es importante mantenerse activos, en lo que la persona decida. En el caso del deporte, cuando uno se lo toma en serio se requiere de mucha constancia y disciplina, esto me ha ayudado bastante a dominar la parte más negativa de esta realidad que, indudablemente, existe”.
-¿Cómo esta afición pasó al plano competitivo?
“De manera independiente y con mucha autogestión, en 2014 un grupo de amigos de Teletón formaron el Club Alpos. Me invitaron a participar y entrenaba de manera esporádica con ellos, pero me fui un tiempo a Valdivia y lo dejé. Cuando volví a Santiago y ya hubo más libertades en el contexto de la pandemia, me reintegré. Hoy participamos en un campeonato nacional de básquetbol en silla de ruedas, nos lo tomamos muy en serio, entrenamos dos veces a la semana en un gimnasio en San Miguel. Además, Alpos tiene un club hermano de balonmano, Tigres, también entreno con ellos una vez a la semana y participamos de algunas competencias puntuales”.
-¿Cuál es la meta con Alpos?
“En el torneo pasado llegamos a la final y este año queremos ir por la copa. El campeonato comienza en abril y nos estamos preparando con mucha motivación. Lo ideal es tratar de ganar siempre, pero debo reconocer que hay muy buenos equipos, como el de Puerto Montt”.
-A tus 41 años, ¿qué significa el deporte en tu vida?
“Practicar deporte es algo que ayuda muchísimo al bienestar de las personas, no solo desde lo físico, también tiene un rasgo de sociabilidad importante. Las personas que conforman el club son muy diversas en cuanto a edades, preferencias y campo laboral, pero todos esos aspectos diferentes se diluyen en una experiencia similar, que es la discapacidad. La posibilidad de socializar es algo que rescato de los deportes grupales, ha sido determinante en mi estado de bienestar sicológico”.
-¿Tienen algún punto común tu rol de académico con el de deportista?
“La academia y el deporte son actividades que se realizan productiva y exitosamente solo si nos dedicamos a ellas con disciplina y con rigor. En ambas existen protocolos, prácticas y cánones de actuación de los que no se puede prescindir. Si las escogemos nos insertamos en un mundo donde las reglas no las establece uno, sino que se navega por un mundo que ya existe. En ese aspecto creo que estas dos actividades tienen mucho en común. Me encanta aprender, enseñar y hacer deporte. Tener la posibilidad desarrollarme en esas áreas es extraordinario y valoro mucho la oportunidad”.