La producción de ropa es responsable del 20% del consumo de agua a nivel mundial, lo que a su vez provoca toneladas de basura alrededor del planeta. Basta ver las lamentables postales que tienen como centro el Desierto de Atacama, convertido en un vertedero de prendas usadas ¿Hay solución a la vista?
Las imágenes son categóricas. En la última semana videos y fotografías del Desierto de Atacama convertido en vertedero de ropa dieron la vuelta al mundo, haciendo tangible una problemática de décadas que, hasta ahora, pocas soluciones obtiene. El reporte, difundido entre otros por Euronews, da cuenta de que Chile es uno de los principales destinos de ropa fabricada en Asia y usada en Europa o Estados Unidos, la que finalmente es desechada.
En concreto, cerca de 59.000 toneladas de prendas llegan cada año al puerto de Iquique, de las cuales cerca de 39.000 terminan en los vertederos, sin ser revendidas. Hasta esos lugares llegan decenas de inmigrantes a recoger vestimenta que se mantenga en buen estado.
Para José Miguel Arriaza, director de la Escuela de Ingeniería Civil, Minas y Sustentabilidad de la Universidad San Sebastián la contaminación que causa el mercado de la ropa va ”ligado al modelo de consumo que tenemos como sociedad”. “Lo desechable es lo que prima, con prendas que se utilizan una vez y rápidamente las cambiamos por otra. También ocurre con artefactos eléctricos. La moda de ‘uso rápido’, sin reciclar, sin reutilizar, provoca daños inmensos”, advierte.
Según datos de la ONU, la industria textil a nivel mundial consume cerca del 20% del agua del planeta. Solo la confección de un pantalón de mezclilla (o jeans) requiere 7.500 litros de agua. A ello se suma la alta cantidad de materias primas y químicos que se necesitan para la elaboración de prendas. La ropa puede tardar hasta 200 años en biodegradarse (según su composición) y puede ser tan tóxica como los neumáticos o plásticos desechados.
En este complejo escenario, Arriaza suma la falta de fiscalización que hoy se evidencia. “Chile es uno de los principales importadores de ropa de segunda mano de Latinoamérica, lo que obliga a tener un control más estricto de la misma. Contamos con normativas sobre el transporte ilegal de residuos, pero se requiere aplicarlas de mejor manera”, dice.
A modo de solución, una propuesta es “mejorar la trazabilidad de los productos por parte de los importadores. Saber qué harán con los excesos de estos, cuál es la ruta a seguir, dónde irán a parar si no se comercializan”, apunta el académico. “Pero el primer llamado es a la compra consciente, a ofrecer en mercados de segunda mano las prendas que no se usan, y tratar de darle el máximo de vida posible antes de que termine arrojada en un lugar inadecuado”.