Un desafío a superar es el accionar estanco y compartimentado del Estado, y articular en Chile la acción coordinada y asociativa de acción gubernamental, sociedad civil y mundo empresarial. Para esto, la perspectiva internacional puede aportar.
Estamos frente un mundo que aún vive el azote de la pandemia del Covid-19, situación que ha permitido relevar la crisis institucional mundial y las carencias de voluntad respecto a la cooperación por parte de los Estados Naciones para enfrentarla, en momentos de crisis migratorias producidas por la descomposición de Estados Naciones, conflictos internacionales, cambio climático, entre otras razones que están siendo interpretadas como un escenario de Cambio de Época.
Al respecto, una mirada política, y de política estratégica en estos días, no debiera continuar con la única clave que las políticas de Estados han descrito y caracterizado en los lineamientos oficiales de nuestra política exterior, sino que precisamente proponer estrategias en base a acciones que permitan la propia efectividad de dichos lineamientos. Se requiere de un llamado a revitalizar los compromisos políticos con aspectos fundamentales de la normativa vigente desde los tratados de post Segunda Guerra Mundial, los cuales han tendido a relativizarse en las conductas de los Estados.
Al respecto, sería oportuno manifestar el compromiso con los consensos a nivel global que permitan enfrentar las situaciones migratorias, cambio climático, revitalización de la política multilateral, compromiso con los acuerdos vinculantes, entre otros ámbitos de la política internacional a objeto de renovar el compromiso con la democracia, la protección de los derechos bajo la perspectiva de la corresponsabilidad que demanda el principio de solidaridad incubado en los derechos de Tercera Generación, tales como el derecho al desarrollo de los pueblos, el cual presenta una estrategia desde una perspectiva antropológica de las personas. Ello, como principal acción para cautelar y promover la dignidad humana, lo que también es coherente con afirmar el compromiso con la Economía Social de Mercado, la cual no es una doctrina económica, sino una visión del hombre y la mujer en sociedad. Esto requiere de impulsar desde el Estado, y con el soporte de la sociedad civil, una ampliación de la conciencia en asuntos de sostenibilidad social y medioambiental.
En consecuencia, la política exterior debe estar al servicio de una perspectiva que permita dar una respuesta a la situación descrita, en especial, a lo que posiblemente será el mayor flagelo para la humanidad y en Chile, en particular, luego de superada la pandemia: la degradación del medio ambiente que, entre sus diferentes causas, debemos poner en relieve la sobreexplotación de los recursos naturales.
Por ello, un desafío a superar es el accionar estanco y compartimentado del Estado, y articular la acción coordinada y asociativa de acción gubernamental, sociedad civil y mundo empresarial. Para esto, se requiere un ejercicio de racionalidad y coherencia en las propuestas de Gobierno, en el cual la perspectiva internacional permite aportar y apoyar en los desafíos que enfrenta el país en su conjunto. En efecto, desde la seguridad humana que intenta brindar una mirada desde el respeto a la libertad de expresión hasta el impacto que trae consigo en estos días la inteligencia artificial en el mercado laboral.
Jaime Abedrapo
Director de la Escuela de Gobierno de la Facultad de Derecho y Gobierno
Universidad San Sebastián
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