La llegada de marzo y la vuelta a la rutina son factores que pueden generar un aumento de síntomas negativos asociados a la salud mental. Estrés, ansiedad y desmotivación son los síntomas más comunes que tanto niños como adultos pueden sentir con la reactivación de actividades.
Natalia Ojeda, académica de Vinculación con el Medio (VcM) de la Facultad de Psicología y Humanidades de la Universidad San Sebastián, afirma que volver a la rutina “en un sentido brinda estructura, ayuda a organizar mejor el tiempo y proporciona estabilidad, sin embargo, adaptarse a ella puede requerir un periodo de ajuste que involucra regularizar horarios de sueños, alimentación, actividad física y pasatiempos, incluido el uso de pantallas y redes sociales”.
Asimismo, la psicóloga indica que los síntomas que se pueden incrementar son “fatiga o agotamiento, asociados a retomar tareas de manera abrupta o el reajuste de horarios; cambios en el estado de ánimo, expresándose en irritabilidad o desmotivación al percibir que el tiempo libre se reduce; ansiedad, que corresponde a una preocupación excesiva que puede manifestarse en dificultades para dormir o concentrarse; y estrés, relacionado con la sensación de tensión física y mental por las exigencias de la rutina”.
Asimismo, agrega que “es esperable que algunos de estos síntomas estén presentes durante las primeras semanas de adaptación a la rutina, sin embargo, si el malestar persiste, es recomendable buscar apoyo profesional”.
En este sentido, Ojeda recomienda planificar un regreso paulatino a la rutina, retomando las responsabilidad de manera gradual y evitando la sobrecarga durante los primeros días. “En este proceso de adaptación resulta muy beneficioso expresar, reconocer y validar las emociones asociadas al retorno de las rutinas, ya que contribuye a reducir la ansiedad y fomenta una actitud más positiva frente al nuevo ritmo de vida. Por último, al visualizar un nuevo periodo productivo, es importante ser flexibles en el inicio de actividades, así́ como también reservar espacios de autocuidado”, concluye Ojeda.
Es importante tener en cuenta que el estrés en los trabajadores puede provocar problemas de salud mental, generando un malestar general en los equipos de trabajo y empresas.
Gerardo Hume, académico de Vinculación con el Medio de la carrera de Terapia Ocupacional de la USS, señala que “el tener un mal ambiente laboral puede acarrear impactos insospechados para una organización, desde malas relaciones interpersonales al interior de los equipos hasta una mala gestión en la generación de servicios, bienes o productos que la organización desarrolle”.
“Un mal ambiente laboral impacta en la motivación, compromiso e innovación que pueden desarrollar las personas al interior de una organización, generando alta rotación, incremento de licencias médicas, dificultades a nivel de la comunicación, liderazgo, trabajo colaborativo y satisfacción personal”, añade.
Para prevenirlo, el académico entrega una serie de recomendaciones que los lugares de trabajo deben generar:
Por último, destaca que “lo que se conoce como el estrés post vacaciones puede tener una repercusión en materias de salud física y mental. Si a este aspecto que se da naturalmente en cada uno de nosotros le sumamos el regreso a un deficiente ambiente laboral, tendrá por seguro, un efecto agravado en la salud –física y/o mental– de las personas y con los impactos ya mencionados”, concluye.